Juntos en Comunión

Mr. 6:1-16, Lc 4: 16-28, Jn 17:20-24, 13:1-17, Mr. 8:14-21, Mr. 11:12-25

Por Carlos Scott

La identidad de Jesús puede llegar a ser conflictiva cuando se nos llama a estar juntos en comunión. Porque en primer lugar estar juntos en comunión implica experimentar el poder sobrenatural de Dios y compartir un amor amplio con todos los pueblos.

Para muchos Jesús se transformo en un escandalo. Los contemporáneos de Nazaret se preguntaban “¿Cómo se explican estos milagros que vienen de su mano?” (Mr. 6:2) y no podían concebir que un carpintero, “el hijo de María” llegara a realizar milagros (Mr. 6:2-3) “Llamar a un hombre hijo de su madre, aun cuando el padre hubiese fallecido, era considerado un insulto (Jue 11:1)” [1] Parece que la gente de esa comunidad no podía concebir el origen humilde de Jesús. Un Jesús que es artesano y está lejos del prestigio y el poder. En Nazaret no pudo hacer ningún milagro “y él se quedó asombrado por la incredulidad de ellos” (Mr. 6:5-6). Solamente sanó a unos pocos enfermos al imponerle las manos. “El ministerio de sanidad tiene que ser muy superficial donde hay incredulidad,… incapaz de enfrentar los problemas álgidos que sufren las personas en nuestra sociedad[2] y el mundo.

El evangelio de Lucas nos relata que Jesús aparece enseñando en la Sinagoga de Nazaret. “Se levantó para hacer la lectura, y le entregaron el libro del profeta Isaías. Al desenrollarlo, encontró el lugar donde está escrito: “El Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me ha ungido para anunciar buenas nuevas a los pobres. Me ha enviado a proclamar libertad a los cautivos y dar vista a los ciegos, a poner en libertad a los oprimidos, a pregonar el año favorable del Señor…” y el comenzó a hablarles: “Hoy se cumple está escritura en presencia de ustedes”  “Todos dieron su aprobación por las hermosas palabras que salían de su boca… (Lc 4:16-22).  Pero el relato termina que “Al oír esto, todos los que estaban en la sinagoga se enfurecieron” (Lc 4:28). ¿Qué fue lo que pasó? Entre medio de la admiración y la furia posterior les contó dos historias. Historias que tenían que ver sobre el propósito de Dios para todos los pueblos y etnias.

Les recordó que “en tiempos de Elías, cuando el cielo se cerro por tres años y medio, de manera que hubo una gran hambre en toda la tierra, muchas viudas vivían en Israel. Sin embargo, no fue enviado a las viudas de Israel sino a una viuda en Sarepta en los alrededores de Sidón y seguidamente les comparte que “había en Israel muchos enfermos de lepra en tiempos del profeta Eliseo, pero ninguno de ellos fue sanado, sino Naamán el sirio” (Lc. 4:25-27). Jesús tiene una visión clara y un corazón abierto  para todas las personas, para todos los pueblos y todas las etnias. Jesús los confronta con su etnocentrismo, egoísmo y falta de amor. El evangelio cuestiona nuestros valores en lo que respecta a nuestras relaciones sociales con las personas y todos los pueblos. Muchos se escandalizaban de Jesús porque no podían aceptar un amor demasiado amplio.

El evangelio de Juan es revelador cuando nos dice  “El que era la luz ya estaba en el mundo, y el mundo fue creado por medio de él, pero el mundo no le reconoció” (Jn 1:10) Jesús no llego a esta tierra en helicóptero, tampoco en un jet privado, no anduvo con un traje de seda blanco respaldado por las grandes firmas comerciales y tampoco caminaba a 10 metros de altura haciendo alarde de su poder. La identidad de Jesús es conflictiva para muchos. Corremos el riesgo de olvidarnos del “Jesús carpintero, el otro lado del Jesús Hijo de Dios” [3]. Dios en la persona de Jesucristo se hace hombre, elige la periferia, una provincia pobre, un hogar humilde y camina por las aldeas y pueblos sirviendo a la gente. Jesús no uso su divinidad para hacer ostentación de su poder (Fil. 2:5-8). Fue todo lo contrario: se ensució tanto que parece que otros no vieron nada excepcional en él.

Jesús hizo milagros pero muchos que lo observaban no vieron nada (Jn 6:30). Cuando el Verbo se hizo carne, al mundo no le costó nada ver en Jesús a un hombre, a un ser humano. El tema clave es darnos cuenta que podemos ver algo más. Los religiosos y otros, no lograron ver algo más; a nosotros también nos puede pasar. El evangelio nos sorprende cuando dice que el mundo no le reconoció, porque a Jesús solo se lo puede ver con los ojos de la Fe.

En segundo lugar estar juntos en comunión implica entender la gloria que él Señor nos ha dado. Jesús oró por sus discípulos y dijo: “…que ellos también estén en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado. Yo les he dado la gloria que me diste, para que sean uno,… Que vean mi gloria, la gloria que me has dado…” (Jn 17:20-24).  La palabra gloria generalmente se la asocia con esplendor, magnificencia, grandeza, renombre y reputación. Implica reconocimiento por haber hecho algo importante o cubrirse de gloria cuando se consigue fama por una acción determinada. Vale preguntarnos ¿Qué gloria le dio el Padre a Jesucristo? ¿Qué tipo de gloria quiere que veamos y contemplemos? ¿Qué gloria nos quiere dar a nosotros? ¿Qué relación tiene esto con estar juntos en comunión y en unidad?

La gloria que Dios le otorga a Jesucristo tiene una relación directa con la encarnación. Dios se hizo hombre en la persona de Jesucristo y Juan nos dice que hemos contemplado su gloria (Jn 1:14). Es una manifestación de servicio y entrega. Se identificó con los temas y problemas de la gente. Su modelo implica sacrificarse por los demás y buscar su bienestar. La encarnación es el modelo para la misión de la Iglesia (Jn 20:21).

Somos desafiados a buscar una gloria diferente. Es la gloria de aprender a lavarnos los pies unos con otros (Jn 13:1-17). Es la gloria del amor. El texto dice: “los amó hasta el fin” (Jn 13:1). Jesús era una persona que amaba. En su corazón encontró un lugar para su gente. No fue egoísta.  Jesús nos muestra un amor hasta el fin, aunque no todos lo amaron así. Ofreció su servicio a gente que no lo merecía, que lo abandonarían y también ofreció su servicio a una persona que se oponía. Demostró que el amor divino llega hasta las últimas consecuencias. Jesús se humilló. Lavó los pies de todos. Usó todo su poder para servir. Jesús sabía bien quien era y no necesitaba el poder para completar su identidad. No mal usó el poder y no lo manejó para sentirse importante o llenar un vacío en su vida. Podemos mal usar y abusar del poder cuando no sabemos realmente quienes somos, cual es nuestra identidad y a quien tenemos que ser semejante.

Jesús era una persona que estaba dando vuelta el orden social (Jn 13:5). Jesús estaba rompiendo con el paradigma de los honores y prestigio que solemos tener en nuestro medio. Lo que nos cuesta entender es el mensaje central: Jesucristo sirve y da su vida por los pecadores. Su humillación lo engrandece una vez más y de aquí nace el modelo del Siervo, el modelo del pastorado, el modelo para ser discípulo. La reverencia del sistema actual o del mundo es diferente. Encuentra difícil hacer lo que el Señor hizo. Jesús también lavo los pies de Judas. Él sabía quien era Judas (Jn. 2:25, 6:64,70). Responder cabalmente al ejemplo de Jesús en lavar los pies de todos implica abandonar el derecho de elegir a quien quiero servir. ¿Entienden lo que he hecho con ustedes?” Jesús muestra el modelo de mansedumbre, humildad, servicio y amabilidad fraternal. Es el modelo que recomienda para sus seguidores. Nos exige que prestemos atención a su comportamiento y nos esforcemos en imitarlo. Les he puesto ejemplo para que hagan lo mismo que yo he hecho con ustedes…  Dichosos serán si lo ponen en práctica” (Jn 13:12-17)

Jesús nos dice: “Este mandamiento nuevo les doy: Que se amen los unos a los otros. Así como yo los he amado, también ustedes deben amarse los unos a los otros. De este modo sabrán que son mis discípulos, si se aman los unos a los otros” (Jn 13:34-35). Es acercarnos primeramente al centro que es Dios mismo; para luego estar más cerca unos de otros[4]“para que el mundo crea que tú me has enviado”. Implica escuchar a Dios y escucharnos unos a otros. Es la gloria de servir a todos, ser pequeños, humildes,  perdonar y recibir perdón, es preguntar: ¿Qué quieres que haga por ti? (Mr. 10:51) como lo hizo Jesús.

La gloria que el Señor nos muestra y enseña requiere el máximo sacrificio a costa del abandono, olvido, traición, maltrato y martirio. La majestad y la belleza se manifiestan de una manera diferente (Isaías 52.13-15; 53). No es triunfalismo barato o números que llamen la atención. Tampoco es mercadeo, lucha de poder, competencia, status, egoísmo, control, reconocimiento, aplausos. Es humildad, amor, misericordia, justicia, verdad en contraposición con el celo, envidia, enojo, orgullo y arrogancia. Nos llama a encarnar su vida, seguir su dirección y obedecer sus principios (Fil 2.1-11). Esta muy lejos de ser una gloria para exaltarnos unos a otros, apelar a las ambiciones egoístas, ser mejores que otros, con justicia propia y legalismo.

En Jesucristo tenemos el modelo del amor, servicio, perdón y reconciliación. Solo con este tipo de gloria podemos llegar a ser uno entre nosotros e imitar al Dios trino. Necesitamos de la ayuda del Espíritu Santo. La gloria que busca Dios esta íntimamente ligada con la evangelización, la misión y unidad de la Iglesia. «Hemos sido enviados al mundo para amar, servir, predicar, enseñar, sanar y liberar»[5] y «Cada persona tiene derecho a oír las Buenas Nuevas»[6]. Dios «no quiere que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento» (2 P 3:9). “Sean Uno, así como nosotros somos uno” (Jn 17.22)

En tercer lugar estar juntos en comunión implica que Jesús nos desafía a caminar

hacia la próxima parada de nuestro destino. Es donde Dios nos quiere. Implicara desafiarnos unos a otros y seguir desafiando a toda la iglesia en unirnos a la misión de Dios. Se trata de caminar.

Jesús enseñaba pero no se detenía ahí. Liberaba a las personas de los demonios y las sanaba como fue el caso de la suegra de Simón y muchos mas que padecían de diversas enfermedades (Mr. 1:30-34). El evangelio de Marcos nos relata que muy de madrugada cuando todavía estaba oscuro se iba a un lugar solitario para orar. Simón y sus compañeros salieron a buscarlo y le dijeron “Todo el mundo te busca. Jesús respondió: Vámonos de aquí a otras aldeas cercanas donde pueda predicar, para esto he venido” (Mr. 1:35-39). Jesús no se centro en formar una mega estructura religiosa sino en recorrer toda Galilea predicando y expulsando demonios. Nada ni nadie puede detenerlo. Nadie puede parar a Jesús.

“El evangelio, si se mira bien no es otra cosa que un largo y continuo caminar. Caminan José y María primero de Nazaret a Belén, luego, de Belén a Egipto, mas tarde de Egipto a Nazaret. Camina Jesús por todos los caminos empolvados de Palestina. Y a sus discípulos les manda: Id y predicad el evangelio.

Intentaron frenar su paso para siempre clavándolo en una cruz y sellando su sepulcro. Y se lo encuentran poco después, caminando entre dos de sus discípulos en el camino a Emaús. Sus discípulos querían sujetarle en Palestina con la excusa de que era Judío, y luego le ven en Antioquia, en Alejandría, en Atenas, en Roma. Pretendieron darle la ciudadanía romana, y se marcha mucho más allá, con los bárbaros.

Le construyen basílicas estupendas de mármol, y acepta la hospitalidad humilde que le ofrecen los de las orillas del Mosela, del Rin o del Danubio. Le fijaron como límite el Mediterráneo, y atraviesa el Atlántico. La cultura griega trato de hacer científico la paradoja de su evangelio y Él se goza en deletrearlo con los nuevos pueblos.

El Feudalismo le ofreció sus castillos y Él se fue habitar con los siervos más humildes

Los  nobles pensaron que podrían apresarlo para siempre en sus salones dorados, entre santos y Ángeles, bajo las bóvedas de sus iglesias barrocas, pero Jesús siguió caminando. La gente de nuestros días dice que el mercado manda y nos postramos ante sus leyes e ídolos pero a Jesús no se le puede sobornar y detener. ¿Porque? Porque tierras lejanas esperan su enseñanza (Is 42.4b). Entonces Jesús camina. Siempre va más allá.

Jesús nunca se dejará aprisionar por nuestros pobres esquemas, nunca entrara en la pobre jaula de nuestras fórmulas y proyectos. Si en nuestra iglesia o en nuestra misión de creyentes hay puertas o ventanas cerradas, tengamos en cuenta que Él se ira. Porque necesita respirar aire puro. Y le gusta caminar”[7].

Jesús se define como el camino y nos espera en otra parte. Se traslada de un lugar a otro sin tener domicilio fijo. Sabe caminar a oscuras, corre riesgos y disfruta la aventura. Estar con Cristo significa movernos con Él y aceptar el riesgo del camino. El evangelio tiene que ver con el creer en Cristo, el Hijo de Dios y el creer en Cristo tiene que ver con saber vivir. Es difícil conocerlo si nos mantenemos distantes. Es cómodo hablar de una geografía donde nunca pusimos los pies. Al Señor lo encontramos cuando nos unimos en su caminar. Se nos llama a ser buscadores de Dios pero no podemos privatizarlo o domesticarlo. La pregunta final es ¿dónde nos lleva? Jesús nos invita a seguir su caminar hacia las tierras lejanas y nos espera en la próxima parada de nuestro futuro.

En cuarto lugar estar juntos en comunión implica no ejercer control sobre la religiosidad del pueblo y no postrarnos ante las reglas del mercado.  Jesús nos dice: “Tengan cuidado, ¡Ojo con la levadura de los fariseos y la de Herodes!…” Mr. 8:14-21. La levadura de los religiosos es la preocupación morbosa en mantener el control sobre la religiosidad del pueblo a través de la reglamentación. Tenemos que tener cuidado cuando estamos más preocupados en ser dirigentes pero no en que la gente sea libre en Cristo. La levadura de los Fariseos representaba la hipocresía, la piedad mal entendida convertida en legalismo, la justicia sin la misericordia. Es alejarnos de la gracia, del amor, de la gratitud, del respeto al otro para caer en el abuso del poder. Misericordia quiero y no sacrificio (Óseas 6:6, Miqueas 6:8, Mateo 12:1-8, Mateo 9:12-13, 1 Samuel 15:22).

La levadura de Herodes representa una sociedad sin Dios, secular, sin necesidad de depender de Dios, resolviendo los problemas a su juicio, añadiendo los valores del sistema vigente o mundanal, mentir, aceptar por bueno lo que es malo, inmoralidad sexual, corrupción, poder, libertinaje, manipulación, resultados exitistas sin Dios. Es decir, el “mercado manda” y seguir sus reglas postrándonos ante sus métodos. Cuidado con el poder del imperio o el sistema. El mero crecimiento numérico se puede tornar un objetivo en si, y para muchos, “el objetivo justifica los medios”. La gran multiplicación, números y porcentajes no son  sinónimos de “transformación”. Somos llamados a formar “comunidades eclesiales” que reflejen el espíritu de reconciliación, respeto, aceptación, perdón y amor. El ejercicio del liderazgo en la vida de las iglesias locales deberá estar marcado por el modelo del siervo sufriente y mostrar un contraste con el caudillismo y otras deformaciones causadas por el abuso del poder.

En quinto lugar estar juntos en comunión implica vivir con sencillez, humildad e integridad y ser solidarios unos con otros. Jesús reunió a los doce y comenzó a enviarlos para predicar, sanar y liberar. “Les ordeno que no llevaran nada por el camino, ni pan, ni bolsa, ni dinero en el cinturón, sino sólo un bastón. Lleven sandalias -dijo-, pero no dos mudas de ropa” (Mr. 6:7-9)

La misión de Jesús se realiza en la simplicidad, humildad e integridad. Jesús nos enseña a vivir con simpleza, sin enredarnos, libres de estar atados a pesadas cargas.

“Nos salva de la tentación de seguridad,… con una estrategia elemental: escapando hacia adelante. Él es siempre el que nos precede. Quien nos espera más allá. Cuando lo hemos alcanzado, y nos parece agarrarlo, él se nos escapa de las manos, hace saltar las trampas de nuestras fórmulas y se va mas adelante. Lo encontramos siempre más allá. La verdad no se encuentra atrás. Está delante de nosotros”. [8] La misión se hace siendo abiertos y vulnerables. No con una actitud de autosuficiencia. Dependiendo de Dios aprendemos a ser humildes y sencillos.

El evangelio de Marcos nos relata que los discípulos comenzaron a discutir entre ellos y Jesús les pregunto: “¿Qué venían discutiendo por el camino? Ellos se quedaron callados, porque en el camino habían discutido entre si quien era el más importante” (Mr. 9:33-34) ¿Cuál fue la respuesta de Jesús? Elaboró una parábola dramatizada. “Entonces Jesús se sentó, llamó a los doce y les dijo: Si alguno quiere ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos” (Mr.9:35-36). Acto seguido: Tomó a un niño y lo puso en medio de ellos. “Abrazándolo, les dijo: El que recibe en mi nombre a uno de estos niños, me recibe a mí; y el que me recibe a mí, no me recibe a mí sino al que me envió” (Mr. 9:37)

El Señor esta presentando un modelo que tiene que ver con la sencillez, humildad y pequeñez. Jesucristo nos presenta un modelo que denota quién es el enviado de Dios. Es esta persona-niño. “Les aseguro que a menos que ustedes cambien y se vuelvan como niños, no entrarán en el reino de los cielos. Por tanto, el que se humilla como este niño será el más grande en el reino de los cielos” (Mt. 18:3-4). Nos habla del modelo de humildad en la comunidad del reino y de la necesidad de cambiar para pertenecer a él. Para los religiosos de esa época el reino de Dios consistía en el cumplimiento de la ley. La sencillez, humildad y pequeñez no formaban parte de su estilo de vida. Estos últimos valores descriptos deben ser la manifestación práctica de la comunidad de Fe.

Seguramente las comunidades eclesiales de esa época podían tener los mismos problemas que tenemos hoy. ¿Cómo manejar “el poder” en nuestras relaciones eclesiales sociales? Los niños nos recuerdan lo que fuimos antes de llegar a lo que somos ahora. A veces somos prepotentes y demasiado confiados en nosotros mismos.

A medida que avanzamos en el Evangelio de Marcos encontramos otras lecciones: “Maestro -dijo Juan- , vimos a uno que expulsaba demonios en tu nombre y se lo impedimos porque no es de los nuestros. – No se lo impidan – replicó Jesús  – Nadie que haga un milagro en mi nombre puede a la vez hablar mal de mí” (Mr. 9:38-39)

A Juan y a los discípulos les preocupa la competencia, el prestigio y el poder. Ensimismados tratan de excluir a otros. Entre lo que relata Marcos “se lo impedimos” y luego “no se lo impidan” aparece el motivo: porque no nos siguen, no son de los nuestros. No hace las mismas cosas que nosotros, no sigue nuestra metodología, no pertenece a nuestro sequito, a nuestra pauta cultural, a nuestros parámetros, lenguaje, trasfondo o simplemente “No nos pidieron permiso para hacer esto”. Parece que los discípulos no han entendido el modelo de Recibir, aceptar a otros, perdonar y amar. Se quedan detenidos o prefieren Excluir. Se parecen a los fariseos que excluyen a quienes no actúan como ellos.

Jesús responde “no se lo impidan”. En definitiva esta explicando la verdadera intención que tenemos que tener dentro del reino. Recibir, dar oportunidades, hacer participar, no celar, no competir. Quien luche en mi nombre es parte y no enemigo. No sigue a Jesucristo quien afirme su doctrina, sino aquél que actúa como el. La fe es práctica, es seguimiento, no es tener el nombre o la etiqueta correcta. Solo hay dos lados: contra nosotros o por nosotros. Jesús dice que debemos aceptar toda ayuda a la causa del Reino, si es en su nombre, con su autoridad. El texto nos invita a valorar lo bueno que nos ofrecen personas ajenas a nuestra manera de ver las cosas. Una teología muy amplia y abarcativa. En otras palabras nadie tiene el monopolio en la misión o en determinados ministerios.

Necesitamos aprender a recibirnos unos a otros y a recibir de otros. Jesús lo demostró cuando recibió un vaso de agua de la mujer samaritana. La posición de responsabilidad o mal llamada “poder” cuando es vista como privilegio para abusar de ella y no como don para el servicio, siempre es excluyente. El resultado de esto en las iglesias y en los movimientos misioneros es el sectarismo. Lo contrario es el Reino que implica una comunidad abierta que invita y no un grupo cerrado que limita. Es recibir con agradecimiento la ayuda de otros, su vaso de agua en nombre de Jesucristo.

“Pero si alguien hace pecar a uno de estos pequeños que creen en mi…Si tu mano te hace pecar, córtatela…Que no falte la sal entre ustedes para que puedan vivir en paz unos con otros” (Mr. 9:42-50) Jesús nos dice que no falte la sal entre nosotros en nuestro trato mutuo y que vivamos en paz. La discordia había comenzado porque discutían entre sí quién era el más importante (Mr. 9:33-37). La sal es el símbolo a la disposición que puedan vivir en paz unos con otros en la comunidad. Se requiere una acción drástica que tiene que ver con cortar, dejar y abandonar el pecado. Se orienta la vida de la comunidad hacia la apertura. Trasciende fronteras creadas por los sistemas. No acepta el mal. Cuidado con el “abuso del poder” o el “amor al poder” en vez del “poder del amor”. La responsabilidad y autoridad que se nos ha dado es principalmente para servir, amar y recibir a otros.

El relato bíblico mantiene la prioridad de la solidaridad y no del exclusivismo (Mr. 9:33-50) Lo bueno de afuera debe ser afirmado y lo malo de adentro extirparlo. El mensaje del infierno esta dirigido a los de adentro en este contexto. Seguir a Jesús hace que la sal mantenga su sabor y eficacia. Es la práctica anticipada del reino. Que podamos ser una comunidad abierta para todos guiada por el Espíritu Santo.

Mas adelante el tema que les ocupara a los discípulos es quien ocupará el primer lugar, quien tendrá más privilegios y ventajas. Jesús responde: “Entre ustedes no debe ser así” (Mr. 11:43). Lo trascendente es renunciar a un afán de dominio y tener un sello completamente distinto: Ser esclavos de todos. Jesús con su ejemplo indica que el poder es para servir, amar al prójimo y la grandeza implica la capacidad de ser humilde. “El criterio de autoridad, por tanto es la ventaja que reciben los demás”. [9] Si nuestra perspectiva es autoritaria y verticalista, nuestro estilo de vida será impositivo por lo tanto no cuestionaremos los abusos de autoridad o poder.

Jesucristo vivió el grado más alto de grandeza a través del servicio para luego darlo a la Iglesia. Por eso desde ese momento el fundamento para una institución y sociedad sana solo puede ser una imagen invertida del poder basada en el amor, la verdad, la paz, la justicia y el servicio. Lo cierto es que Jesucristo quiere cambiar nuestra mentalidad y pragmatismo. Jesucristo quiere arrancar completamente de nuestras vidas el afán de dominio de una persona sobre otra. Es una actitud interior. La comunidad del reino de Dios está basada en que cada uno es el servidor de todos los demás.

Es muy común observar que los comentarios de Marcos sobre los discípulos están caracterizados en que no entienden. Tienen las mentes embotadas. En otras palabras no ven todo como debe ser, les falta claridad y visión completa. El tema central es la posibilidad de ver. Nosotros muchas veces nos encontramos en el mismo proceso que los discípulos. No vemos con claridad y no entendemos. Necesitamos alcanzar una visión mas clara de la misión, la evangelización y la comunión.

Quizás nos encontramos en medio de un proceso como el ciego de Betsaida (Mr. 8:22-26). Pero en este proceso hay esperanza y posibilidades futuras: el ciego de Betsaida como el ciego Bartimeo (Mr. 10:46-52) llegaron a ver. También vieron los discípulos y también podemos ver nosotros. Nosotros podemos alcanzar una visión mas clara de la misión. Pero hay un precio que pagar: el seguimiento a Jesús y el proceso de recibir la vista van de la mano. En este caso le pregunta al ciego Bartimeo: ¿Qué quieras que haga por ti? Jesús marca su sencillez, esta abierto ante las necesidades del otro. Esta disponible. La respuesta del ciego: “Quiero ver” es su respuesta y no una imposición de Jesús. Se sana, es un milagro de Jesús en ese momento, su fe lo ha sanado. Decide seguir a Jesús y hay transformación.

Marcos le da valor al protagonista del pasaje indicando su nombre. No es un ciego y mendigo sin nombre. Esto es muy significativo. Tenemos que aprender la manera en que Jesucristo respondió a la necesidad de la persona. Bartimeo es una persona marginada. Se le considera pecador. Esta marginado socialmente y expulsado del mercado en términos económicos. Marginado del aprecio y estima de los demás por su ceguera. Tiene que estar mendigando y se siente solo. ¿Cómo responde nuestra tradición o trasfondo teológico a la solución de los Bartimeos? Algunos harían imposición de manos, orar y pedir sanidad. Otros, resolver su situación económica, enseñarle a leer en Braile, conseguir un perro guía, buscarle empleo, concientizarle por su condición de explotado. Otros responderían de acuerdo al ministerio del cuerpo donde encontraría amor, aprecio, perdón, aceptación. Otros rápidamente le dirían que acepte al Señor como su Señor y Salvador. Con énfasis tan variados el ciego conocería un aspecto de Cristo o conocería de una determinada manera a Jesús. Pero faltaría algo: responder a la manera de Jesús.

Parece que Jesús no uso métodos de evangelismo. Su único método fue la apertura a la necesidad del otro. Ante el clamor de Bartimeo, Jesús se detiene, lo manda llamar y después le dirige la pregunta. Todas estas acciones valorizan a la persona y no a un método, a una ideología o doctrina. Jesús apelo a la relación, comunión, solidaridad y cooperación. Se mostró abierto al interesarse por el otro. Porque la comunión, cooperación y solidaridad es compartir la vida. Sencillamente dar valor al otro.

Muchas veces no queremos preguntar ¿Qué puedo hacer por ti? Tenemos temor. Corremos el peligro o riesgo que Bartimeo nos pida algo que no esta en nuestra agenda o aun más, algo que no queremos dar o hacer. Nos causa cierta inestabilidad e incomodidad hacer preguntas que pueden alterar nuestro orden. Preferimos tener el control y manejar la agenda en cuanto a lo que se debe tratar, hacer y aprobar. Esta historia también nos enseña que tenemos que seguir hacia adelante con la Fe puesta en el Señor. Implica la autogestión, confianza y dependencia de Dios. El orden establecido según nuestras capacidades nos puede decir que podemos hacer y que no podemos hacer. Bartimeo decide rechazar el rol que la multitud le quiere imponer. No acepta quedarse ciego, mendigo y callado. Rechaza esa condición. Entra en escena en el momento no señalado. Decide ir a Jesús como su principal recurso. Rompe el molde, no acepta papeles impuestos. Esta en juego quién es Jesús y que es para mí.

Seguir a Jesús es aprender a dejar algo: una barca, un manto, una forma de pensar y actuar. Bartimeo dejo todo, arrojo su capa, dio un salto, no espero, se abrió camino, no se conformo con el lugar que le habían dado y se acercó a Jesús. Seguramente pensó: soy ciego pero no me voy a quedar así. Comienza a sanarse en el instante mismo que decide ir al encuentro con Jesús. El milagro es romper con los standards y barreras que nos pone la gente o que muchas veces nos colocamos nosotros mismos.  Finalmente debemos tratar de entender cual es nuestra verdadera necesidad. Tal vez en este tiempo el Señor esta trabajando en el proceso de nuestra vida, la iglesia y los países que representamos. Nos esta preguntando: ¿Sabes cuál es tu verdadera necesidad?

En sexto lugar estar juntos en Comunión implica identificarnos con la tradición de los profetas y con Jesús mismo. Jesús seguía la tradición de los profetas (Mr. 6:14-16, 9:11-13). Elías y Juan fueron profetas que se jugaron hasta las últimas consecuencias. Se enfrentaron con el poder de los gobernantes para denunciar su impunidad y afirmar la justicia (1R 21, Mr. 6:17-29). Predicaron la necesidad de arrepentirse, de hacer un cambio que involucra a cada persona y también al poder político, sociocultural, económico y religioso. Seguir a Jesús es riesgoso. El mensaje de Marcos es que los seguidores de Jesús y herederos de la misión tenemos por delante la cruz.

La gente se presenta a los ojos de Jesús como “ovejas sin pastor” (Mr. 6:34). La clase política y religiosa no mira por ellos. Herodes da banquetes a sus altos oficiales, a los comandantes militares y a los notables de Galilea (Mr. 6:21). Dios nos confronta y desea un banquete comunitario para la gente que no es atendida en sus necesidades (Mr. 6:39-44).

“Las ovejas sin pastor” refleja una imagen del Antiguo Testamento sobre Israel (Nm. 27:17, 1 R 22:17 Ez 34:5, Jer 23:1-8). Ezequiel treinta y cuatro es un capítulo dirigido a la clase gobernante, religiosa y de poder económico: “No fortalecen a la oveja débil, no cuidan de la enferma, ni curan a la herida, no van por la descarriada; ni buscan la perdida. Al contrario tratan al rebaño con crueldad y violencia. Por eso las ovejas se han dispersado: por ¡falta de pastor! Por eso están a la merced de las fieras salvajes. Mis ovejas andan descarriadas por montes  y colinas, dispersas por toda la tierra, sin que nadie se preocupe por buscarlas” (Ez 34:4-6).

Cuando la gente se encuentra en circunstancias apremiantes necesita siervos de Dios que le ayuden a entender su situación, instruyéndoles en los caminos del Reino de Dios. Pero esto tiene implicancia política porque afecta a la sociedad. Las autoridades suelen verse amenazadas cuando sale a la luz lo que no están haciendo. Así paso con Jesús. En cierta manera estaba denunciando el pecado de las autoridades, de aquellos pastores que eran los gobernantes, los líderes sociales, religiosos, políticos que debían atenderlos y vivir un estilo de vida sencillo. La lucha contra el verdadero poder comienza cuando tocamos realidades que son transformadas. Es ahí donde comienza la lucha de poder contra poder y conocemos el verdadero costo de ser discípulos. El poder del amor en vez del amor al poder debe ayudarnos a producir cambios a nivel estructural.

Jesús es nuestro camino y el buen pastor que da su vida por las ovejas. Es la puerta abierta que nos invita a movernos con entera libertad y hallar pastos. Es nuestra luz y la vida en abundancia. Nos abraza supliendo la necesidad en medio de la tarea misionera porque Él tiene toda la autoridad sobre el cielo y la tierra. Es la verdad, nuestra paz y promete estar con nosotros todos los días hasta el fin. Jesús pregunta “¿Qué buscan?” Y nos invita: “Vengan a ver” (Jn 1:38-39). Nuestra alegría de estar juntos en comunión es llegar a ser como él, conocerle mas, amarnos unos a otros, participar en sus sufrimientos y ser semejantes en su muerte (Fil 3:10).

Finalmente en séptimo lugar  juntos en comunión implica que debemos superar los grandes obstáculos. “Al día siguiente, cuando salían de Betania, Jesús tuvo hambre. Viendo a lo lejos una higuera que tenía hojas, fue a ver si había algún fruto. Cuando llegó a ella sólo encontró hojas, porque no era tiempo de higos. ¡Nadie vuelva jamás a comer fruto de ti!, le dijo a la higuera. Y lo oyeron sus discípulos.”  Mr. 11:12-25

Alessandro Pronzato se refiere a que se trata de una higuera que no tiene mas pecado que el respetar sus estaciones. Podríamos definirla como una planta culpable de observar escrupulosamente el reglamento: “No era tiempo de higos” Este episodio representa una parábola dramatizada. Son las pretensiones de Dios en relación con nosotros. Cristo nos pide algo más. Como si dijera: La fe tiene la obligación de realizar milagros. Dios espera que su pueblo de fruto a tiempo y fuera de tiempo como Pablo se lo expreso a Timoteo: “Predica la palabra; persiste en hacerlo, sea o no sea oportuno; corrige, reprende y anima con mucha paciencia, sin dejar de enseñar” (2 Ti 4:2). Dios nos considera capaces de hacer cosas imposibles (Jn 14:12). Cristo no solo ha muerto en la cruz para que yo tenga vida eterna sino para que también sea semejante a Él, realizando sus mismas obras.

Dios no ha dejado solo al hombre y nos desafía a insistir en tener Fe en Dios. Les dice: “Tengan fe en Dios. Les aseguro que si alguno le dice a este monte: “Quítate de ahí y tírate al mar”, creyendo, sin abrigar la menor duda de lo que dice sucederá, lo obtendrá. Por eso les digo: Crean que ya han recibido todo lo que estén pidiendo en oración y lo obtendrán” (Mc 12:22-24) Quitarse de aquí para allá o trasladarse parece ser una frase proverbial que significa quitar grandes dificultades (1 Co 13:2). Implica que desaparezca un sistema de valores que no da libertad al hombre.

Los problemas se centran finalmente en la esterilidad de la higuera, la falta de fruto, la estructura excluyente del templo o institución. El antídoto será la Fe, pedir por medio de la oración, apelar a su poder que incluye el amor a los enemigos y perdonar a otros. Somos llamados a seguir a Jesús y superar los obstáculos. Hoy los cristianos tenemos que orar creativamente que Dios quite los grandes obstáculos que se presentan en la evangelización mundial. Debemos preguntarnos y reflexionar: ¿Cómo esta la Iglesia? ¿Por qué cosas debemos orar? ¿Cuáles son los grandes obstáculos? Sigamos adelante haciendo un esfuerzo extra: “a tiempo y fuera de tiempo”. Oremos creyendo que Dios quitará los grandes obstáculos para la evangelización mundial

Preguntas para la reflexión

¿Qué significa ser discípulo de Jesús? ¿Quién es Jesús para mí? ¿Qué implica estar en el seguimiento de Jesucristo?

¿Cómo debería ser nuestro modelo o estilo de servicio? ¿Cómo encarnamos el evangelio? ¿Qué significa e implica vivir con sencillez, humildad e integridad? ¿Cuál es el horizonte de Jesús? ¿Cuál es el nuestro? ¿Solemos tener un amor amplio para todos? ¿Qué implica para la vida de la Iglesia “las costas lejanas esperan su enseñanza”? ¿Qué procesos intencionales estamos comenzando para que el evangelio este disponible a toda etnia, lengua y nación? ¿Cómo podemos construir mejor el puente misionero de cooperación, comunión y solidaridad en la iglesia global e Iberoamérica? ¿Cómo podemos superar los grandes obstáculos?

Carlos Scott

Misión Local y Global (GloCal)


[1]Cook, Guillermo y Foulkes, Ricardo. Marcos, Comentario Bíblico Hispanoamericano. P. 159, 1990 Editorial Caribe

[2]Ibíd., p. 161

[3]Ibíd., p. 160, 1990 Editorial Caribe

[4]Ejemplificado por el Pastor Edgardo Surenian en reuniones interdenominacionales

[5]Bosch, David Jacobus: Misión En Transformación: Cambios De Paradigma En La Teología De La Misión. Grand Rapids, Mich. : Libros Desafío, 2000, p. 503

[6]Misión y Evangelización-Una afirmación ecuménica (Documento del Consejo Mundial de Iglesias sobre la misión y la evangelización, ME 10, publicado en 1982)

[7]Alessandro Pronzato, adaptado por Carlos y Alicia Scott, Evangelios Molestos novena edición, P. 34-35, Ediciones Sígueme, Salamanca, 1986

[8] Pronzato, Alessandro. La provocación de Dios, P. 57, Ediciones Sígueme, 1983

[9]Pronzato, Alessandro, Evangelio de Marcos, Ediciones Sígueme, Salamanca 1982, vol. ii, pag. 164.