Indignos de la vida eterna — Parte 2

De espaldas a una gran oportunidad de salvación

Juan 1.11 (LBLA) — 11 A lo suyo vino, y los suyos no lo recibieron.

Hechos de los Apóstoles 13.46 (LBLA) — 46 Entonces Pablo y Bernabé hablaron con valor y dijeron: Era necesario que la palabra de Dios os fuera predicada primeramente a vosotros; mas ya que la rechazáis y no os juzgáis dignos de la vida eterna, he aquí, nos volvemos a los gentiles.

Pablo les dice de una forma irónica que son ellos los que se están condenando a sí mismos. Les está haciendo responsables de las consecuencias de su rechazo al evangelio. Al rechazar la Palabra de Dios se estaban haciendo indignos de la vida eterna.
Las personas no verbalizan esa expresión. Nunca dicen “me considero indigno de la vida eterna”, sino que lo que hacen es rechazar el mensaje, debatir y argumentar en contra del evangelio. Con su actitud alejan el beneficio de las promesas del evangelio.
Observen cómo en este caso se habla de la salvación con la frase “la vida eterna”. Esa frase nos destaca un aspecto de la salvación. La salvación de Dios implica muchas cosas, y una de ellas es librarnos de la condenación eterna de la que nos advierte tanto la Palabra de Dios.
Dios les estaba dando al oportunidad de sus vidas. Sin embargo, la actitud de los judíos era equivalente a darle la espalda a Dios. Leamos sobre las ilustraciones de rechazo que Jesús nos dejó en Lucas 14. Cada uno de estos hombres pensó que tenía una excusa válida para desoír la invitación del Señor. Quizás pensaban que gozarían de una nueva oportunidad en el futuro. Lo que no sabían era que estaban frente a la última oportunidad de participar de esa cena.

Lucas 14.16–24 (LBLA) — 16 Pero El le dijo: Cierto hombre dio una gran cena, e invitó a muchos; 17 y a la hora de la cena envió a su siervo a decir a los que habían sido invitados: “Venid, porque ya todo está preparado.” 18 Y todos a una comenzaron a excusarse. El primero le dijo: “He comprado un terreno y necesito ir a verlo; te ruego que me excuses.” 19 Y otro dijo: “He comprado cinco yuntas de bueyes y voy a probarlos; te ruego que me excuses.” 20 También otro dijo: “Me he casado, y por eso no puedo ir.” 21 Cuando el siervo regresó, informó de todo esto a su señor. Entonces, enojado el dueño de la casa, dijo a su siervo: “Sal enseguida por las calles y callejones de la ciudad, y trae acá a los pobres, los mancos, los ciegos y los cojos.” 22 Y el siervo dijo: “Señor, se ha hecho lo que ordenaste, y todavía hay lugar.” 23 Entonces el señor dijo al siervo: “Sal a los caminos y por los cercados, y oblígalos a entrar para que se llene mi casa. 24 “Porque os digo que ninguno de aquellos hombres que fueron invitados probará mi cena.”

Jesús dio esta parábola para ilustrar cómo los judíos tuvieron la misma actitud hacia Él. Lo que hicieron con Pablo fue lo mismo que ya habían hecho con Él. Menosprecian y desperdician la oportunidad de salvarse por un sin número de excusas baratas y tonterías comparativamente superfluas.
Si el hombre de la parábola se molesta porque los hombres menospreciaron su invitación a una cena, ¿se pueden imaginar la reacción de Dios hacia aquellos que menosprecian la invitación que hace a que participemos de la vida eterna?
Vean cómo termina esta parábola. Hay una sentencia determinante: los que habían sido inicialmente invitados y que menospreciaron la invitación habían perdido para siempre la oportunidad de participar de la cena. “…Os digo que ninguno de aquellos hombres que fueron invitados probará mi cena”.
Los judíos de Antioquía de Pisidia estuvieron frente a LA oportunidad de sus vidas… pero le dieron la espalda; algo que lamentarán por toda la eternidad.
[continuará…]
Este artículo es continuación de Indignos de la vida eterna – Parte 1