Una devoción que se nota

Cuando el pueblo de Israel andaba por el desierto hicieron una carpa, un tabernáculo, donde la presencia de Dios se encontraba con Moisés como nos lo explica el capítulo 33 del Éxodo. 

En el versículo 11 nos dice lo que sucedía cuando Moisés entraba en el tabernáculo: “Y hablaba Jehová a Moisés cara a cara, como habla cualquiera a su compañero. Y él volvía al campamento; pero el joven Josué hijo de Nun, su servidor, nunca se apartaba de en medio del tabernáculo.”.

Muchos de nosotros no podemos imaginar lo que experimentó Moisés y nos impresiona, pero quiero llamar tu atención a otra persona; el joven Josué.

Dice que el siervo de Moisés, Josué, quien más tarde en la historia toma su lugar como líder del pueblo de Israel y es quien los guía a tomar la tierra prometida, ¡este jovencito nunca se apartaba de en medio del tabernáculo! 

Qué ejemplo de devoción y amor por la presencia de nuestro Dios. Muchos de nosotros en ocasiones hemos experimentado por un breve instante la presencia de Dios en nuestras vidas. Ya sea en medio de la alabanza y adoración, durante un sermón o en nuestro tiempo devocional, hemos sentido la presencia de nuestro Dios para después seguir adelante con nuestra vida cotidiana. Este joven experimentó estar cerca de la presencia de Dios y no quería apartarse de en medio del tabernáculo.

Me pregunto cómo sería nuestra vida si en realidad nos empeñáramos en vivir en la presencia de Dios en todo momento. ¿Qué decisiones tomé el día de hoy que reflejen mi anhelo por la presencia de Dios? ¿Qué cosas dije o hice que le demuestren a Dios cuánto lo deseo?

David escribió: “¡Oh, cuánto amo yo tu ley! Todo el día es ella mi meditación. Me has hecho más sabio que mis enemigos con tus mandamientos, porque siempre están conmigo. Más que todos mis enseñadores he entendido, porque tus testimonios son mi meditación. Más que los viejos he entendido, porque he guardado tus mandamientos; de todo mal camino contuve mis pies, para guardar tu palabra. No me aparté de tus juicios, porque tú me enseñaste. ¡Cuán dulces son a mi paladar tus palabras! Más que la miel a mi boca. De tus mandamientos he adquirido inteligencia; por tanto, he aborrecido todo camino de mentira. Lámpara es a mis pies tu palabra, y lumbrera a mi camino.

Es mi oración que la Palabra de Dios sea nuestro deleite y conforme Dios obre en nuestras vidas le busquemos de todo corazón.

Dios te bendiga.

Publicado en La Paz de Cristo el 9 de Agosto de 2014 por Jorge A. Salazar