La deidad de Cristo en Tesalonicenses

Cristología de 1-2 Tesalonicenses

Pablo conoce bien el poder del mito para conformar la manera en que uno mismo entiende al individuo y a la comunidad. Sin embargo, al predicar a Jesus, no se limita a pedirle a la gente que reemplace los antiguos mitos con unos nuevos. Más bien, les pide que descarten el mito como una categoría del conocimiento para seguir a alguien que ha muerto de una manera determinada hace poco en Judea (1 Ts 2:15; 4:14) y que ha resucitado (1:10; 4:14). Según la teologia de Pablo, no se pueden aceptar las características éticas y existenciales del evangelio sin aceptar su matriz histórica.

Para Pablo, Jesus es el “Señor,” al que todo el mundo tiene que dar cuentas. Los cristianos deben seguir su autoridad (1 Ts 4:1 2; 2 Ts 3:6, 12); su palabra es un oráculo divino (1 Ts 4:15). Pero “Señor” no significa simplemente alguien con cierta autoridad. Pablo regularmente extrae los temas de las Escrituras, versículos que hablan en hebreo de Yahveh, traducidos en la LXX como referencias “al Señor”/κύριος. En sus manos, estos versículos se pueden aplicar al Señor Jesus. Por ejemplo, cuando Jesus venga, la gente será separada “de la presencia del Señor [Jesus] y de su glorioso poder” (2 Ts 1:9). El lenguaje de Pablo se toma de Is 2:10, donde Yahveh es el juez que inspira terror a los malvados.

Versículo tras versículo Jesus y el Padre intercambian papeles y acciones. Aunque a los cristianos modernos no nos preocupa este hecho, a Pablo no se le escaparía su importancia. El antiguo fariseo ora a un hombre crucificado y resucitado; ofrece alabanza y gracias al Hijo como hacía con Dios el Padre; esperaba que Cristo respondiese a sus oraciones como lo hacía el Padre (cf. 1 Ts 3:11-13; 2 Ts 2:16-17). Pablo, que probablemente escucho la bendición de Aaron de Nm 6:24-26 cada semana de su vida – “El Señor te bendiga y te guarde; el Señor haga resplandecer su rostro sobre ti, y tenga de ti misericordia; el Señor alce sobre ti su rostro, y te de paz” (LBLA) – ahora bendice al pueblo escogido en nombre del Señor Jesus: “Ahora, que el Señor mismo, el Señor de paz, os conceda paz en todo momento y en toda manera…La gracia de nuestro Señor Jesucristo sea con todos vosotros” (2 Ts 3:16, 18). Jesus es Yahveh Sabaot, Señor de los ejércitos celestiales (2 Ts 1:7). Es el Vengador divino (1 Ts 4:6), el Salvador divino (1:10).

En 1- 2 Tesalonicenses, la escatología es clave, y es cristocéntrico. Esto puede parecernos poco notable a nosotros que hemos sido educados para equiparar el fin de los tiempos con la segunda venida de Cristo. No obstante, en el judaísmo del Segundo Templo, el Mesías normalmente jugaba un papel subordinado en el juicio final. La escatología consistía en la venida de Dios mismo, que podría utilizar también a un rey davídico humano, a ángeles o a un Hijo del hombre celestial. Pero el foco estaba siempre puesto en Dios, y la gloriosa epifanía era la venida de Dios. He tenido motivos a lo largo de este comentario para decir que Pablo puede haber enseñado a los tesalonicenses algo similar al discurso del monte de los Olivos de Mateo. Allí también, la enseñanza de Jesus se centraba en su propia venida como Hijo del hombre. El reino de Dios viene, enseñó Jesus, pero ¿dónde está Dios mismo cuando esta era llega a su fin? Pablo sigue claramente esta línea de pensamiento, que el reino de Dios viene con y a través de Jesus.

En ningún sitio queda esto más claro que en 1 Ts 3:13, que hemos interpretado como “la venida de nuestro Señor Jesus con todos sus santos.” Aquí Pablo está claramente de acuerdo con Zac 14:5 y quizá Mt 24:31 – cuando aplica un pasaje sobre la venida de Yahveh a Jesus: “Y vendrá el Señor mi Dios, y todos los santos con Él” (LBLA) La parusía de Jesus es la epifanía divina, en la que el matará al hombre de iniquidad (2 Ts 2:8). Es el nombre de Jesus el que queda glorificado a su venida (1:12). El día de Yahveh de los profetas del AT se ha transformado en el día del Señor Jesucristo (ver comentario sobre 1 Ts 5:2). Para los santos, la eternidad se define como estar para siempre con el Señor Jesus (4:17; ver también 5:10; 2 Ts 2:1).