El Conflicto entre Israel y Palestina: Una perspectiva histórica

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El 27 de Octubre de 1994, en un discurso pronunciado en la Knésset o Parlamento israelí, el entonces presidente de EUA, Bill Clinton, citó las siguientes palabras que un pastor le dirigió a él antes de llegar a la presidencia: “Si tu abandonas a Israel, Dios nunca te lo perdonará… Es la voluntad de Dios que Israel, el hogar bíblico del pueblo de Israel, continúe por siempre y siempre”.

Y luego concluyó su discurso con estas palabras: “Hasta que alcancemos una paz comprensiva en el Medio Oriente y después de que esa paz comprensiva sea alcanzada…, sepan esto: Vuestra travesía es nuestra travesía, y América permanecerá a vuestro lado hoy y siempre”. Independientemente del propósito político que pueda haber detrás de estas palabras, hay tres aseveraciones aquí que no podemos pasar por alto: En primer lugar, según el presidente Clinton, si EUA abandona a Israel estaría cometiendo un pecado contra Dios; en segundo lugar, según él, Israel posee un derecho divino sobre la tierra de Palestina; y en tercer lugar, y como consecuencia de lo anterior, EUA está comprometido con prestar una ayuda incondicional a la nación de Israel. Ahora bien, a la luz de las enseñanzas de las Escrituras, ¿cuál es el lugar que ocupa la nación de Israel actualmente dentro del plan redentor de Dios? ¿Se cumplió alguna profecía bíblica en mayo de 1948, cuando David Ben Gurión proclamó el nacimiento del Estado de Israel en las Naciones Unidas?  Estas son algunas de las preguntas que quiero responder en estos artículos, ahora que Palestina fue reconocida en la Asamblea General de Naciones Unidas como “Estado Observador no miembro” de la organización, el 29 de Noviembre pasado.

Para comprender el drama que hoy se vive en Medio Oriente debido al conflicto árabe – israelí, debemos retroceder en el tiempo a mediados del siglo II d.C. cuando los judíos fueron expulsados definitivamente de la tierra de Israel por el Imperio Romano. Unas 6 décadas después de que el templo de Jerusalén fuera destruido por Tito, en el año 70 d.C., el emperador Adriano se propuso reconstruir Jerusalén como una ciudad griega. Esto fue considerado por los judíos como una profanación de sus lugares sagrados, lo que provocó un violento levantamiento en el 132 d.C. que duró unos dos años y medio, liderados por Bar Kochba.

Aunque el ejército romano sufrió muchas bajas en esta revuelta, finalmente logró someter a los judíos, cuyos sobrevivientes fueron expulsados definitivamente de Jerusalén o vendidos como esclavos. Entonces la ciudad de Jerusalén fue reconstruida como una ciudad griega y rebautizada con el nombre de Aelia Capitolina. Mientras que a la provincia de Judea se le comienza a llamar “Palestina” o tierra de los filisteos, en un intento de borrar completamente la memoria del pueblo de Israel en conexión con ese territorio.

Unos años más tarde, en el 637 d. C., los musulmanes conquistan las localidades situadas en la franja costera y se inicia una época en que Palestina cambió de manos varias veces, incluyendo el dominio de los famosos cruzados; hasta que en el 1291 vuelve a pasar a mano de los musulmanes en tiempos de Saladino. Los sultanes turcos, herederos del Califa, extendieron su dominio al territorio Palestino en 1516, viniendo así a formar parte del Imperio Otomano hasta la primera Guerra Mundial. De manera que, durante 400 años Palestina, estuvo en manos de los turcos.

En el ínterin, los judíos que fueron desterrados establecieron comunidades en los cinco Continentes, sufriendo mal trato en muchas ocasiones, en mayor o en menor grado. Para finales del siglo XIX se levantó un fuerte antisemitismo, tanto en Europa Central como en Europa Occidental, lo que fortaleció la identidad judía y la convicción de que la única solución factible para ellos era radicarse en un estado judío independiente.

Así nace el sionismo, un movimiento político organizado, de corte secular (no religioso) y nacionalista, que impulsa el retorno de los judíos a la tierra de Palestina, en un momento en que el Imperio Otomano se encuentra muy debilitado. En 1882 comienzan las oleadas de inmigrantes a regresar a Palestina, de manera que para 1914 había unos 85,000 judíos en la región. Esto trae como consecuencia un despertar del nacionalismo Árabe que no ve con buenos ojos la inmigración y asentamiento de los judíos.

El asunto toma un  giro más complejo durante la Primera Guerra Mundial cuando, en 1917, los británicos ponen fin al control del imperio Otomano sobre Palestina en Diciembre de ese año, tomando el mando de la situación, y teniendo como agenda el establecimiento en Israel del Hogar Nacional de los judíos, tal como estaba contemplado en la famosa declaración Balfour fechada el 2 de Noviembre de 1917. Esta declaración señalaba “que no se hará nada que perjudique los derechos civiles y religiosos de las comunidades no judías existentes en Palestina”. Lo que no estaba claro era cómo habría de establecerse un hogar nacional para el pueblo de Israel, sin afectar a los palestinos que habitaban esas tierras por generaciones.

Con la llegada de Hitler al poder, en 1933, las inmigraciones legales e ilegales se multiplicaron como nunca antes, de tal manera que para 1936 la población judía era de unos 400,000 habitantes. Los conflictos entre árabes e israelíes se fueron haciendo cada vez más violentos, hasta que en 1947 los ingleses decidieron poner en mano de la recién creada ONU el problema de estas dos comunidades en continua lucha. La ONU recomienda la partición de Palestina en dos Estados independientes, uno árabe y el otro judío, dejando a Jerusalén como zona internacional. Los israelitas aceptan el plan de partición en el que a ellos se les otorga el 55% del territorio de Palestina, pero los árabes lo rechazaron rotundamente, alegando, entre otras cosas, la injusticia de que se le cediera a Israel un territorio mayor cuando apenas tenían unas décadas allí y eran casi 3 veces menos en número.

Finalmente, el 14 de mayo de 1948 David Ben Gurión proclama unilateralmente el nacimiento del Estado de Israel, lo que trae como consecuencia que al día siguiente ejércitos árabes invadieran Palestina. Al término de la guerra, en julio de 1949, Israel sale victoriosa ocupando el 77% del territorio de la Palestina histórica (ese territorio sería aún mayor después de la guerra de los 6 días, en junio de 1967, cuando Israel añadiría a su territorio unos 69 mil km2).

Como consecuencia de este conflicto un poco más de 700.000 árabes palestinos se vieron obligados a abandonar sus hogares y convertirse en refugiados en los países vecinos, quedando sólo unos 100.000 palestinos en territorio israelí. Actualmente la población Palestina asciende a 4.260.000 personas, un tercio de los cuales vive en Gaza y Cisjordania, mientras que más de un millón vive en el mismo Israel.

Esa es, básicamente, y visto de una manera muy resumida, el trasfondo de la crisis que hoy se vive en Medio Oriente, para la cual no se vislumbra una solución a corto plazo. David Ben Gurión resumió en pocas palabras la naturaleza y profundidad de esta crisis, cuando dijo en cierta ocasión: “Todo el mundo considera problemáticas las relaciones entre judíos y árabes. Pero no todos ven que esta cuestión es insoluble. Un abismo separa a las dos comunidades… Queremos que Palestina sea nuestra nación. Los árabes quieren exactamente lo mismo”.

Sin embargo, como vimos al principio, para muchas personas este conflicto está tan claro como la luz del medio día. Si el pueblo de Israel es la nación escogida por Dios, y la tierra de Palestina es suya por derecho divino, entonces lo ocurrido en 1948 no fue más que el cumplimiento del plan profético de Dios para con ese pueblo. Pero, ¿es realmente así? ¿Fue el nacimiento del Estado moderno de Israel el cumplimiento de alguna profecía bíblica? ¿Posee Israel algún derecho divino sobre la tierra de Palestina?

Eso lo veremos más adelante, si el Señor lo permite.