Lobos vestidos de oveja

Un falso maestro, por definición, es alguien que enseña doctrinas falsas dentro de un grupo o comunidad particular de personas. En el caso de la fe cristiana, la verdad y el error se establecen sobre la base de las Sagradas Escrituras, la Biblia; por lo que un falso maestro, dentro de las filas del cristianismo, es alguien que enseña doctrinas que son contrarias a la Palabra de Dios.

Tomando en cuenta que las joyas caras son las más susceptibles de ser falsificadas, no es extraño que las comunidades cristianas se vean constantemente amenazadas por falsos profetas que tuercen, sutilmente en ocasiones, las doctrinas fundamentales de nuestra fe. Esa es una amenaza que la Iglesia de Cristo ha tenido que enfrentar a través de toda su historia, y contra la cual se nos advierte en la Biblia una y otra vez. “Guardaos de los falsos  profetas – dice el Señor en Mateo 7:15 – que vienen a vosotros con vestidos de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces”. Y en otro lugar vuelve y advierte que “muchos falsos profetas se levantarán, y engañarán a muchos… Porque se levantarán falsos cristos, y falsos profetas, y harán grandes señales y prodigios, de tal manera que engañarán, si fuere posible, aun a los escogidos” (Mateo 24:11, 24).

El hecho de que una persona sea capaz de hacer grandes prodigios y milagros, o pretenda tener el poder de hacerlos, no lo acredita como maestro de la verdad. El Señor Jesucristo enseñó claramente que los “falsos profetas harán grandes señales y prodigios”; y en Mateo 7:21-23, luego de señalar que el árbol se conoce por el fruto, declara: “No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mi, hacedores de maldad”.

El fruto que se espera de un maestro de la verdad, no es que pretenda hacer milagros, echar fuera demonios o profetizar, sino que enseñe la verdad de Dios revelada en Su Palabra. Por lo tanto, es imprescindible que, Biblia en mano, aprendamos a distinguir lo falso de lo verdadero y, lo que es aún más sutil, la verdad “verdadera” de la verdad “a medias”. Dejar de discernir, movidos tal vez por un temor religioso, es poner en peligro nuestras almas y el testimonio de la verdad.