¿Existe algún futuro para Israel como nación en el plan profético de Dios?

En los tres artículos anteriores consideramos el estatus actual de Israel como nación y su relación con la tierra prometida. Lo que queremos considerar ahora es si está contemplado en el plan de Dios un trato especial para con este pueblo, como un grupo étnico diferente a los demás pueblos de la tierra.

A la luz de la enseñanza de Pablo en Rom. 11, así como otros pasajes de las Escrituras, muchos entienden que al final de esta era evangélica, antes de la segunda venida de Cristo, Dios volverá a tratar con la nación de Israel como nación, aunque no todos están de acuerdo en lo que ese tratamiento implica. Algunos piensan que la iglesia será raptada antes del inicio de una gran tribulación que ha de venir sobre el mundo entero por un período de siete años y que entonces continuará el plan profético de Dios para con el pueblo de Israel (esa es la enseñanza de los dispensacionalistas). Otros creen, simplemente, que antes de la segunda venida del Señor un gran número de judíos vendrá a la fe y al arrepentimiento, dentro de esta misma era evangélica, viniendo así a formar parte de la iglesia de Cristo.Antes de pasar a dilucidar esta cuestión, es sumamente importante que entendamos la problemática con la que Pablo está lidiando en Rom. 11. Desde el principio de su carta a los Romanos, Pablo enfatiza la importancia que Dios da a los judíos en Sus propósitos redentores. El evangelio que él predica “es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree, dice en 1:16; al judío primeramente, y también al griego”.

Sin embargo, es una realidad que el pueblo de Israel rechazó a Su Mesías y que desde un principio mostró mucha oposición hacia la predicación del evangelio. Como también es una realidad, que los gentiles han recibido lo que se ofreció primero al pueblo de Israel, viniendo a ser los beneficiarios principales de la obra redentora de Cristo (comp. Rom. 9:25-33).

Ya Dios había anunciado de antemano que eso habría de ocurrir: los gentiles serían incluidos y los incrédulos de Israel serían rechazados: “También digo: ¿No ha conocido esto Israel? Primeramente Moisés dice: Yo os provocaré a celos con un pueblo que no es pueblo; Con pueblo insensato os provocaré a ira. E Isaías dice resueltamente: Fui hallado de los que no me buscaban; me manifesté a los que no preguntaban por mí. Pero acerca de Israel dice: Todo el día extendí mis manos a un pueblo rebelde y contradictor” (Rom. 10:19-21).

Ahora bien, ¿cómo deja esto a los judíos, a quienes les fue prometida primariamente esta gran salvación en el pacto que Dios hizo con Abraham? ¿Acaso han sido completamente rechazados por Dios, de tal manera que no hay para ellos oportunidad de salvarse? Esa es la pregunta que Pablo plantea en Rom. 11:1: “Digo, pues: ¿Ha desechado Dios a su pueblo?” En otras palabras: ¿Ha sido Israel absolutamente desechado, de tal manera que no hay posibilidad alguna de salvación para ellos? Más adelante, en el vers. 11, Pablo hace una pregunta similar: “Digo, pues: ¿Han tropezado los de Israel para que cayesen?” Hendriksen hace la siguiente paráfrasis de este texto: “¿Era su perdición final e irrevocable lo que Dios tenía en mente?”

Esa es la pregunta que Pablo va a responder en el resto del capítulo. Israel como nación rechazó al Mesías prometido. ¿Debemos suponer que ahora fueron completamente rechazados por Dios por causa de su horrible pecado? La respuesta de Pablo es bien contundente: “En ninguna manera”. El rechazo del pueblo de Israel no ha provocado un rechazo absoluto de parte de Dios. Y para probar su punto Pablo presenta un proceso de argumentación que podemos dividir en tres grandes porciones: La primera va del vers. 1 al vers. 10; la segunda, del vers. 11 al 24; y la tercera del vers. 25 al 32. Los versículos 33-36 son una doxología, o palabras de alabanza de Pablo, movido por el pensamiento que acaba de expresar en los versículos anteriores.

A partir del próximo artículo, si el Señor lo permite, pasaremos a considerar más detenidamente el contenido de este pasaje. Y espero poder probar que la enseñanza de Pablo aquí puede implicar algo muy diferente a lo que algunos entienden que este pasaje realmente enseña.