Proverbios 1:1

“Los proverbios de Salomón, hijo de David, rey de Israel” (Proverbios 1:1).

Proverbios. El libro de Proverbios no es historia; tampoco profecía. Es poesía hebrea. No es poesía al estilo de los Salmos, ni un cántico como lo es Cantares.

Antes que ofrecernos una definición de lo que es un proverbio, se nos explica el propósito de sus declaraciones (1:2-6). La didáctica nos enseña el uso de una gran variedad de recursos y herramientas para atrapar la atención de los estudiantes. Puede ser a través de una historia, una parábola o una ilustración. Pero también puede ser a través de dichos breves, contundentes y fáciles de recordar (portátiles), como son los proverbios. Son declaraciones que contienen sabiduría acumulada en el tiempo por las vivencias de generaciones. Es la voz de la experiencia empaquetada en pocas palabras. Por eso hay consejos y advertencias. ¿Por qué sufrir y padecer las consecuencias del mal camino, si podemos evitarlo? Estos dichos nos señalan los monumentos que han sido levantados para recordar los frutos de la necedad y la insensatez. No siempre estamos conscientes del destino final de algunas de las sendas que tomamos. A través de este libro, Dios nos guarda de tomar los atajos del mal.

Los proverbios no nos proveen un contexto amplio con el cual ayudarnos en la interpretación, pero sí hallaremos que las ricas características de la poesía hebrea nos servirán de guía; como lo será con el paralelismo sinónimo (la misma idea es comunicada con dos expresiones distintas). “No te entremetas con el iracundo, ni te acompañes con el hombre de enojos…” (22:24). Abunda, igualmente, el paralelismo antitético. “La mujer sabia edifica su casa; mas la necia con sus manos la derriba” (14:1).

En ocasiones los Proverbios nos harán caminar junto al hombre simple (7:6-23); después nos hará escuchar a la sabiduría clamando en las calles (1:20; 8:1-7). También nos sentará a escuchar la conversación que un padre sostiene con su hijo (1:8; 2:1; 3:1; 5:1 et al). Dios ha hablado de múltiples maneras. El hombre no tiene excusas para no escuchar su voz.

Salomón. El libro de Proverbios es una recopilación de dichos sabios provenientes de varios autores. Al final del libro, Agur y Lemuel son identificados (30:1; 31:1). Otros ni siquiera son mencionados por nombre (22:17; 24:23). Pero el autor que se destaca sobre todos es Salomón. Durante su reinado la nación de Israel vivió sus días de mayor esplendor y gloria. Fue el rey a quien Dios llenó de sabiduría. Compuso tres mil proverbios y más de cinco mil cánticos.

Aunque escritos en su mayor parte por el hijo de David, la compilación de este libro no ocurrió probablemente sino hasta el regreso del exilio. Viéndolo así, la introducción (1:1-7) se colocaría a la cabeza de la colección final de todos los proverbios. Atribuimos a Salomón la mayoría de estos (1:8-9:18; 10:1-22:16; 25-29). Otros sabios aportaron la sección que va desde 22:17 hasta 24:34. Y finalmente, los ya mencionados Agur y Lemuel (30-31).

¿Qué relevancia tiene conocer que Salomón es un autor central de esta colección de proverbios?

La sabiduría de Salomón es realmente proverbial. Desde la persona común hasta los presidentes, citan a Salomón como modelo para la búsqueda de la sabiduría. Fuera de Israel, otras culturas también son poseedoras de antologías de dichos sabios, pero el caso de Salomón es especial. “Era mayor la sabiduría de Salomón que la de todos los orientales, y que toda la sabiduría de los egipcios” (1 Reyes 4:30). Lo que encontramos en el libro de Proverbios es divinamente superior. Dios es, a final de cuentas, la verdadera fuente de sabiduría (Sant. 1:5). Fue Él quien dotó a Salomón de la inteligencia espiritual que destila este libro.

Recordemos aquel evento de justicia (1 Reyes 3:16-28) en el que nuestro autor hizo uso del conocimiento que Dios le dio para discernir cuál era la genuina madre de un niño que disputaban dos mujeres. ¿A quién se le habría ocurrido la idea de partir el niño por la mitad? Fue el más sabio de todos los hombres (1 Reyes 4:31). Esa es la sabiduría que necesitan gobernantes para regir sus naciones, los pastores para gobernar la grey del Señor, y los padres para dirigir bien sus casas.

Esa sapiencia está disponible para nosotros hoy. Al igual que Salomón, podemos escoger la sabiduría celestial como guía de vida. Son muchas las bendiciones que esperan a aquellos que deciden de corazón dejarse conducir por el conocimiento de Dios y no por el suyo propio. Pero lo más importante de hacerlo, es que daremos mayor gloria a Dios.

Es cierto que Salomón cayó en numerosos desvaríos. Pero aun en esto encontramos enseñanza: una advertencia contra la decisión de no vivir en el temor de Dios. Ignorar a Dios tiene consecuencias, y la historia de este rey de Israel está ahí como evidencia.